Calixto II, de nombre de bautismo Guido de Borgoña (Borgoña, ha. 1050 – † Roma, 13 de diciembre de 1124), fue el Papa número 162 de la Iglesia católica de 1119 a 1124.
Hijo del conde Guillermo I de Borgoña, en 1088 fue nombrado arzobispo de Vienne (Isère) convirtiéndose en un gran defensor de la reforma de la Iglesia, comenzada por Gregorio VII.
En 1119, a la muerte del papa Gelasio II, fue elegido como nuevo papa en Cluny ya que en Roma se encontraba el antipapa Gregorio VIII. Inmediatamente intentó un acercamiento al emperador Enrique V para lo cual le envió una embajada que concertó un encuentro en la ciudad de Reims con el objeto de solucionar el problema de las investiduras (que se producía por la facultad que tenía el emperador para realizar los nombramientos eclesiásticos y los consiguientes roces que esto producía ante el Papa).
El antipapa Gregorio VIII se somete a Calixto II.
El hecho de que Enrique se presentara al encuentro al frente de su ejército hizo que el papa convocara, el 30 de octubre de 1119, un concilio en Reims donde excomulgó al emperador y a su antipapa Gregorio.
Con el apoyo normando logra, en 1120, regresar a Roma obligando al antipapa Gregorio a huir a Sutri donde tras ser hecho prisionero es recluido, hasta su muerte en 1121, en el monasterio de Cava.
Instalado definitivamente en Roma dedica nuevamente sus energías a la solución de la querella de las investiduras que desde hacía cincuenta años enfrentaba al Papado con el Imperio.
Para ello propone a Enrique V la celebración en Worms de una dieta en la que participaran obispos y príncipes y que, el 23 de septiembre de 1122, concluye con la firma del Concordato de Worms por el que el emperador renunciaba al derecho de investidura que pasaba a ser reconocido como exclusivo de la Iglesia, y el Papa reconocía al emperador su derecho a asistir a dichas investiduras u a otorgar a los investidos el cetro que reconocía su cargo.
El 18 de marzo de 1123 convocó el Primer Concilio de Letrán, considerado por la Iglesia Católica como el primero de los ecuménicos celebrados en Occidente, y en el que se confirmaron y sancionaron los acuerdos logrados en el Concordato de Worms además de decretarse veintidós cánones contra la simonía, el nicolaísmo, y la intromisión de los laicos en asuntos eclesiásticos; promoviéndose además la Segunda Cruzada.
Tío del futuro emperador leonés Alfonso VII, Calixto II concedió a Santiago de Compostela el 27 de febrero de 1120 la dignidad de Metropolitana de Mérida, por medio de la bula Omnipotentis dispositione. También fue el papa que instauró el Año Santo Jacobeo, que habría de celebrarse cada año en el que el 25 de julio, día de Santiago, coincidiese en domingo. Todos aquellos peregrinos que visitaran la tumba del Apóstol en el transcurso de un Año Jacobeo ganarían el Jubileo (Indulgencia plenaria).
Esta institución impulsó en gran manera las peregrinaciones a Santiago durante toda la Edad Media. Ese mismo día se publicó la mencionada Bula, por la que a partir de entonces todos los obispos de Compostela ostentan la dignidad de arzobispos.
Alejandro III (Rolando Bandinelli) (Siena, ? - Civita Castellana, 1181). Elegido Papa en 1159, escoge el nombre de Alejandro III. En las Profecías de San Malaquías se lo nombra como "Ex ansere custode". Tras concluir sus estudios de Derecho Canónico en la Universidad de Bolonia, se dedicó a la enseñanza de esta materia primero en Bolonia y después en Pisa. Escribió la "Stroma" o "Summa Magistri Rolandi", uno de los primeros comentarios sobre el Decreto de Graciano.
En octubre de 1150, el Papa Eugenio III le nombra cardenal-diácono de San Cosme y Damián; después es nombrado cardenal-legado de San Marcos. Probablemente es en este período cuando escribe sus "Sentencias", basadas en la "Introductio ad theologiam" de Pedro Abelardo. En 1153 es nombrado canciller de la Iglesia, erigiéndose como dirigente de los cardenales que se oponían al Emperador Federico Barbarroja, elegido en 1152, y que pretendía extender su imperio por toda Italia. Así comenzaba la pugna por el dominium mundi.
El 7 de septiembre de 1159, Rolando fue elegido sucesor del Papa Adriano IV, y fue aceptado sin reservas por los reyes de Francia, Inglaterra, España, Sicilia y Portugal, sin embargo, una minoría de cardenales pro-germánicos eligieron al cardenal Ottaviano de Monticelli que fue conocido como el antipapa Víctor IV. Éste último, (como sus sucesores Pascual III (1164-1168) y Calixto III (1168-1178) obtuvo el apoyo del Emperador Barbarroja y de los estados controlados por éste.
En 1160 Víctor IV fue reconocido como Papa en el sínodo de Pavía. Alejandro III se vio obligado a exiliarse y huyó a Francia, permaneciendo en Sens hasta el 23 de noviembre de 1165 fecha en la que regresó a Roma pero, de inmediato, tuvo que volver a huir presionado por el Emperador que, llegado a Roma en 1166, se hizo coronar por el antipapa Pascual III.
Volvió a Italia apoyado por la Liga Veronesa y, aprovechando las dificultades a las que tenía que hacer frente el emperador, organizó la Liga Lombarda que acrecentó su poder al unirse a la Liga Veronesa y combatir al Emperador que se hallaba enzarzado en una serie de campañas por el norte de Italia. En la batalla de Legnano, en 1176, Barbarroja fue derrotado y obligado a firmar la paz de Venecia, en 1177.
El Emperador tuvo que reconocer a Alejandro III como Papa legítimo y devolver a la Santa Sede los territorios ocupados; en consecuencia, el Papa levantó la excomunión que pesaba sobre él desde 1160. El 12 de marzo de 1178, Alejandro III regresó de nuevo a Roma.
En marzo de 1179, Alejandro III convoca el Concilio de Letrán III, concilio que fue reconocido por la Iglesia como el undécimo Concilio Ecuménico. Alejandro consiguió que fueran aceptadas algunas de sus proposiciones entre las que, para evitar los posibles cismas, se estableció que la elección del Papa fuera votada por la mayoría de los dos tercios de los cardenales.
Este sínodo inicia el apogeo del poder de Alejandro III que, además de obligar a Barbarroja a reconocerle como Papa, humilló a Enrique II de Inglaterra al tomar partido, en su enfrentamiento, por Tomás Becket, Arzobispo de Canterbury; confirmó el derecho de Alfonso I de Portugal a la corona y, en su exilio, gozó de la protección y el favor de Luis VII de Francia. No obstante, poco tiempo después de clausurarse el sínodo, la nobleza romana obligó a Alejandro III a dejar la ciudad a la que no volvería jamás.
El 29 de septiembre de 1179 algunos nobles intentaron subir al solio al antipapa Inocencio III como sucesor de Alejandro III, con lo cual la bicefalia de la Iglesia continuó. Utilizando juiciosamente el control de las finanzas, Alejandro III recobró el poder. En 1181 excomulgó a Guillermo I de Escocia y levantó la prohibición que pesaba sobre el reino de Escocia.
Alejandro III concedió y confirmó el privilegio del año jubilar de Santiago de Compostela de forma que, si el 25 de julio (fiesta del Apóstol Santiago) cae en domingo se podrán ganar en la Iglesia de Compostela las mismas indulgencias que se ganan en Roma los años jubilares, que allí suelen coincidir cada 25 años. Se trata de la bula de concesión más antigua que conserva la religión católica, la "Regis aeterni", fechada en 1179. En ella se confirma un privilegio anterior concedido por el Papa Calixto II (1118-1124).
Alejandro III llevó a cabo una serie de reformas en el interior de la Iglesia y fortaleció la autoridad pontificia. Canonizó a Tomás Becket (1173), Bernardo de Claraval (1173) y a Eduardo el Confesor (1161). Murió el 3 de agosto de 1181 en Civita Castellana.
CÓDICE CALIXTINO
Se revelan aquí algunos de los secretos del mejor y más extenso libro dedicado a Santiago y a su peregrinación. El Códice ha sido denominado a través de los tiempos de varios modos: Iacobus, no muy frecuente, Liber Sancti Iacobi, que alterna con el de Codex Sancti Iacobi, que es la que se ha impuesto últimamente, Codex Calixtinus, según costumbre de los eruditos modernos, Liber Calixtinus y Codex Compostelanus.
Todo según referencia del sabio compostelano M. C. Díaz y Díaz (denominado así con acierto por Méndez Ferrín, en reciente presentación de una conferencia sobre el Camino de Santiago) Es el libro una compilación de textos jacobeos, realizado bajo el papado de Calixto II (1119 – 1124), de quien toma el nombre, por atribuírsele algunos escritos en él. No poseemos certeza, por otra parte, de dónde ni quién los compiló.
Salida de Carlomagno hacia Santiago. Códice Calixtino Pero sin duda alguna, se hizo en la mitad del siglo XII, con referencia expresa al culto de Santiago y los avatares de la peregrinación. La obra está dividida en 5 libros, independientes en su temática, pero conectados a través de su intención jacobea. El Libro I contiene todo lo relacionado con el culto de Santiago en su Catedral. |
Está compuesto de un Leccionario-Homiliario, de un Antifonario-Breviario, y de un Misal para las dos grandes solemnidades jacobeas del 30 de Diciembre y del 25 de Julio. El Libro II es el que refiere 22 milagros realizados por el santo con sus devotos, de los que alguno hemos referido en estas crónicas. El Libro III cuenta la Traslación del cuerpo del Apóstol Santiago, algunas celebraciones litúrgicas, y otros asuntos menores. El Libro IV relata la fantasiosa Historia de Turpín, a la que hemos hecho mención en nuestro artículo sobre Carlomagno, basado el relato en tradiciones carolinas antiguas y generador de otras modernas. El Libro V, el último, comprende la descripción de la ruta de peregrinación, el Camino Francés, con indicaciones topográficas y ambientales muy precisas; con una segunda parte dedicado a la ciudad de Santiago, pero sobre todo a la Catedral, que describe con mayor y menor fortuna de la realidad posterior.
El total del libro compilado es de gran importancia, en tanto en cuanto, proporciona gran información sobre los distintos aspectos que trata, dando la impresión de que la entonces reciente abolición del rito litúrgico hispánico por el romano trataba de establecerse fuertemente en Compostela, trata también de fortalecer el descubrimiento de la tumba del santo, da a conocer la universalidad de la peregrinación y sus costumbres, confirma la importancia del carácter áulico de la empresa con Carlomagno a la cabeza, afirma a Compostela como gran centro de milagros europeos, establece la fama del edifico como el mejor templo de la cristiandad, y otros muchos pormenores y consecuencias que por falta de espacio no podemos relatar.
Todo ello en el gran momento de la peregrinación, en la mitad del siglo XII, el más intenso y el del asentamiento definitivo del Camino de Santiago, que habrá de ser el punto álgido de la carrera del Arzobispo Gelmírez desde su toma de posesión en 1100 hasta la aproximada fecha de su muerte en torno a 1135; fechas límites para la instrumentalización del Códice. Es, en consecuencia, el libro en sí una magnífica joya de la literatura hodepórica, que a pesar de haber sido generado de forma independiente por libros separados y compilados después en una sola obra, tiene carácter de unidad porque potencia desde todos los elementos individuales de la obra la idea única del culto a Santiago y su Camino.
No deseamos nosotros para nuestros lectores introducirlos en un estudio pormenorizado del nombre o nombres del autor o autores de la obra, si fueron realizados los libros independientemente o como un corpus único, el origen y procedencia de concretas obras anteriores de algunos de ellos, de dónde se realizaron los libros y dónde se compiló, de la fecha de compilación, y de otras muchas circunstancias que todavía debate la crítica histórica.
EL PEREGRINO.-
Era una multitud ingente la que peregrinaba a Compostela, animada de espíritu piadoso, para cumplir una promesa o penitencia, e incluso en cumplimiento de una pena legal, impuesta por los Tribunales de Justicia.
Los peregrinos partían en pequeños grupos y llevaban consigo cierta documentación. Vestían a la manera en que estamos acostumbrados a ver las figuras de Santiago: sombrero de ala ancha, con la concha venera sujetando el ala, túnica y manto, calzado fuerte, bordón (bastón largo), calabaza para beber y zurrón (bolso)
EL PEREGRINO “ZAPATONES”
Muchos habrán escuchado hablar de él, pero nunca lo habrán visto. Otros lo habrán visto, o incluso puede que se hayan fotografiado con él, sin saber siguiera quén era “el tipo ese”. Puede que ni se lo hayan preguntado, aunque resulta difícil de creer que él mismo no se lo haya dicho.
“Zapatones” es el eterno peregrino de Santiago de Compostela, pues está siempre allí, dispuesto a recibir ayuda, charlar o fotografiarse con el visitante, turista o peregrino. Forma ya parte de la iconografía del casco antiguo de la ciudad, y de lo que representa Compostela para todo el mundo: historia, religiosidad, peregrinación, Edad Media…
Ataviado siempre con su sombrero, su bordón, su capa, sus conchas, sus sandalias, su barba blanca y poblada y su actitud sociable, es un peregrino de los de verdad. Que truene, llueva (cosa nada extraña en Santiago, la “pelela” de Galicia) o haga sol, nos lo podemos encontrar con cierta facilidad y pasmosa regularidad.
Lo más habitual es encontrarlo en la Plaza del Obradoiro. Cuenta orgulloso y a todo aquel que le dedica unos minutos, una fotografía, o un vino, que un día el rey Juan Carlos I le dijo: - Tienes la sala de estar más bonita de España…
Sin embargo, es también habitual encontrarlo en las inmediaciones de la Catedral, como la Plaza de la Inmaculada o Azabachería, Plaza de las Platerías o Plaza de la Quintana, sobre todo en Año Santo, ya que se abre la Puerta Santa de la Catedral. También es posible encontrarlo en los soportales del Pazo de Raxoi, en la Plaza del Obradoiro, enfrente de la Catedral, al abrigo de la lluvia o del sol. También es posible hallarlo por las calles más célebres del casco antiguo, como la Rúa Nova, la Rúa do Vilar y sobre todo la Rúa do Franco, ya que es muy conocida su afición a tomarse unos vinos o unas cervezas, y esta es la calle de los vinos por excelencia de la ciudad y punto de partida a la hora de “irse de vinos” por Santiago.
Así pues, si te lo encuentras, no pierdas la oportunidad de sacarte una foto con él y, sobre todo, conocerlo. Una foto, un poco de conversación, unas tazas de vino o unas cañas de cerveza, en compañía de este popular personaje.
Así vestido, era recogido en los albergues u hospitales, donde se le brindaba alojamiento, comida y asistencia.
Al llegar a la ciudad de Compostela y después de comulgar, el peregrino recibía la “Compostela”, documento acreditativo de haber cubierto a pie o a caballo el Camino de Santiago. “La Compostela” es la Certificación Oficial que concede la Catedral a todas las personas que peregrinan por motivos religiosos (sea o no Año Santo) También se exige recorrer 100 kilómetros a pie o a caballo, o 200 kilómetros en bicicleta, y acreditarlo con la CREDENCIAL DEL PEREGRINO.